JAULA DE AVES

En ocasiones, me pregunto por qué estoy aquí, en esta jaula, esperando a que alguien me libere. A veces, creo que la vida nos somete a pruebas que nos hacen más fuertes. Ahora es más común: llega un cliente, salimos a la sala principal, el cliente nos mira durante algunos segundos, decide a quién quiere, nos elige y regreso a esta jaula que se ha vuelto mi hogar. Es un espacio donde intento complacer a mis clientes. Permítanme presentarme, soy Favi, tengo 40 años y soy una mujer madura. Me vi en la necesidad de entrar en esta situación debido a circunstancias que afectaron mi vida y me obligaron a actuar rápidamente. Llegué a este spa donde se ofrecen servicios sexuales. Recuerdo mi primer día aquí; me presenté ante todas mis compañeras. Éramos seis chicas en total: una mayor que yo, dos casi de mi edad y tres muy jóvenes.

Intenté ser lo más amable posible, pero el recibimiento no fue como yo imaginaba. La mayoría de las chicas me miraron de manera fría. Ahora que lo pienso, creo que me miraron como competencia. Hasta que escuché unos tacones aproximándose a la sala principal. Era una mujer madura, extremadamente hermosa. Se presentó y me dijo: "Hola, Favi", me llamo Rud, Yo respondí amablemente y su presencia iluminó la oscura habitación, disipando la tensión.

Recuerdo que me explicó en qué consistía el trabajo, desde cómo debía presentarme hasta cómo debía realizarlo. Me sentí como una adolescente en ese momento. Sus palabras me tranquilizaron bastante. Ella me condujo a unos cubículos pintados de negro y me dijo: "Aquí puedes esperar si sientes que aún no conectas bien con las otras chicas". Ese día fue mi primer día de trabajo. Llevaba un cambio de lencería y una minifalda. Me cambié y esperé pacientemente en ese cubículo oscuro. Entonces sonó un timbre. Rud me había dicho que era la señal para salir a la sala principal, donde el cliente en turno nos vería y elegiría a la chica que más le gustara.

Pensé que el cliente elegiría a alguna de las chicas más jóvenes, pero para mi sorpresa, me eligió a mí. Me sentí entre feliz y nerviosa, sin estar segura de si lo haría bien. Solo recuerdo haber mirado a Rud, quien me sonrió y me hizo un gesto que me transmitió confianza para seguir adelante. Los treinta minutos que pasé con ese cliente en el cubículo parecieron eternos. Nunca antes había estado en una situación así con un hombre. Sentía vergüenza de gemir o hacer algún ruido extraño y que me escucharan. Eso me preocupaba más que cualquier otra cosa. Los treinta minutos se extendieron interminablemente.

Finalmente, el servicio terminó y el cliente se retiró. Ese día me cuestioné por qué estaba haciendo esto o si había caído tan bajo. Era una pregunta que me rondaba una y otra vez, pero trataba de no pensar demasiado en ello. Ese fue mi primer servicio en este spa. No voy a mentir, muchas veces he intentado encapsular toda esta vida en una caja y solo abrirla cuando estoy en este lugar. Sin embargo, es difícil; en ocasiones se abre y algunos recuerdos salen.

Aquí estoy, sentada en este mismo cubículo, esperando el sonido del timbre, en esta jaula que me mantiene protegida, esperando noche tras noche.

Estos relatos son una recopilación de memorias de muchas chicas que han pasado por aquí y siguen en este medio.

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