NINFÓMANA

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Son las 6:00 de la tarde, ya casi es momento de salir de mi trabajo e ir a casa. Trabajo en una oficina por las mañanas. Llego a mi apartamento y sigo un ritual que realizo de lunes a viernes. Estoy a punto de convertirme en mi personaje nocturno. Primero entro al baño y me doy una ducha. Mientras me enjabono entre las piernas y deslizo lentamente los dedos, comienzo a imaginar y mi mente se llena de adrenalina y éxtasis antes de salir de casa para dirigirme a esos lugares donde hago realidad mis fantasías más oscuras y dejo salir a esa mujer que desea ser tomada. Elijo algunos de mis bolsos con los que saldré esta noche. Elijo el negro. Usaré un vestido ajustado de color negro. Mi personaje se llama Anahí y tengo 24 años. Me pongo las zapatillas. No soy muy alta, mido 1.57 cm. 

Elijo un abrigo para esta ocasión. Hoy es un día especial, veré a uno de mis primeros clientes, un señor de 51 años. Es un excelente amante, sabe lo que me gusta y, además, me compra un regalo en cada cita. Disfruto mucho verlo. Es un hombre casado con más de 20 años de matrimonio, pero eso no me incumbe a mí. Es hora, pido mi taxi. Siempre siento esas mariposas en mi estómago; es excitante. No sé si todas las chicas que se dedican a esto sienten lo mismo que yo, la verdad es que no conozco a muchas. Ha llegado mi coche. Bajo lentamente las escaleras de mi edificio, que compré hace un año. Me encanta que los hombres a mi alrededor me miren y me deseen; eso me excita mucho. Recuerdo la primera vez que hice este trabajo. Fue un 3 de enero, aún lo recuerdo vívidamente. Fue en un hotel de Patriotismo. Ese día pasaron mil y una cosas por mi mente. Casi salgo corriendo del hotel, pensando que sería mi último día, pero por suerte me quedé. Tuve uno de los mejores encuentros de mi vida ese día con un hombre de 39 años, muy masculino y complaciente. Nunca lo volví a ver, siempre deseaba que me pidiera otra cita, pero nunca pasó. 

Pero ¿cómo comenzó todo esto? Vivía con mi pareja y era muy feliz. No me quejaba, la verdad es que ese hombre me amaba mucho, pero sentía que faltaba algo. Quería más, buscaba algo más, quería liberarme y hacer cosas que no podía en mi vida cotidiana. Me sentía atrapada por el tiempo y las circunstancias. Aún me duele un poco la manera en que mi pareja se enteró de lo que hacía a escondidas. Me encantaba que me grabaran mientras me tenían. Hombres de diferentes edades, tamaños y apetitos; disfrutaba que me vieran como un deseo prohibido. Tenía solo 19 años en ese entonces. Quizás debí haber puesto una contraseña más larga o diferente en mi ordenador, pero no pensé en eso, solo usé la de nuestro aniversario. Fue un error, porque tenía videos muy explícitos en una carpeta. Me excitaba verme. No podía imaginar la expresión de mi novio al ver todo ese contenido. Es una situación difícil de concebir. Solo me dejó una carta en la mesa de la sala unos días después y se fue, ya no me volvió a dirigir la palabra nunca. Pero ese no fue el comienzo de todo esto, fue en la época cuando tenía 18 años. Me preguntaba por qué los hombres alardeaban de cuántas mujeres podían conquistar y una mujer no podía hacerlo. Desde muy temprana edad, me gustaba masturbarme. Después de cumplir 18 años, quería experimentar, quería liberar lo que tenía en el pecho y, sobre todo, quería sentirme deseada, no solo por un hombre, sino por muchos. Me gustaba mucho ser importante para ellos, me gustaba que estuvieran detrás de mí, pero no cualquier hombre, me gustaba elegir cuidadosamente.

 No les voy a mentir, antes de dedicarme a trabajar como escort, me acosté con más de 50 hombres. No me resultaba difícil, tenía mucho éxito y lo disfrutaba. Rara vez repetía con los mismos hombres, algunos eran muy buenos en la cama y disfrutaba de esos encuentros, pero eso era todo. Varios se enamoraban, pero yo siempre fui clara en que no quería una relación seria; eso cambió cuando llegó mi ex pareja.

 ¿Escort? no sabía exactamente qué era hasta un día en que una amiga me contó que se acostaba con hombres y le pagaban. Ese día se me ocurrió la idea de combinar dinero y sexo. Fue complicado, ya que vivía con mi pareja, pero mi deseo y, por qué no, ganar un extra, nunca me quejé del dinero. Mi familia siempre me ha apoyado. Pero nunca está de más tener un poco más. Ese primer día que me acosté por dinero fue gracias a mi amiga, quien me contó que uno de sus clientes quería una cita y ella no la podía cubrir. Como mencioné antes, fue el 3 de enero, y este hombre fue mi primer cliente. Así fue como inicié en este trabajo de escort.

 Ya llegué a mi destino. Esta fue un poco de mi historia. Soy una mujer que disfruta esta doble vida. Disfruto del sexo, disfruto del dinero. ¿Qué más puedo decir? En ocasiones, me invade un poco la melancolía, pero sé que algún día llegará el indicado.

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